Innovación legal: la visión C3SEPT

Una de las dificultades cuando nos acercamos al mundo de la innovación es tratar de entender y delimitar el concepto. ¿A qué nos referimos cuando hablamos de innovación legal? ¿Tiene que ver sólo con el desarrollo o la implantación de tecnología o cubre más ámbitos? ¿Qué prácticas, iniciativas o mejoras se pueden considerar innovadoras?

Creo que se trata de cuestiones más académicas que prácticas, que no nos debería distraer del verdadero objetivo: hacer cosas distintas para mejorar una determinada situación. Esa sería mi definición personal de innovación, a la que añadiría otro elemento importante: el mercado debe de validar ese nuevo proyecto, servicio o forma de actuar porque si no estaríamos ante una iniciativa que no ha tenido éxito. Tenemos que ser conscientes de que la posibilidad de fracaso va unida irremediable a cualquier intento de cambio. En otro artículo hablaré más sobre la necesidad de aceptar y gestionar los fracasos para minimizarlos y conseguir que se transformen en aprendizajes.

Bajo este punto de vista, el acercamiento a la innovación legal debería de ser lo más amplio posible y no centrarse solo en los desarrollos tecnológicos que agrupamos en el término legaltech. Para ilustrarlo, propongo una visión holística que se puede resumir en el acrónimo C3SEPT: Cultura, Cliente, Comunicación, Servicios, Ecosistema, Procesos y Tecnología. Es importante destacar que se puede innovar en cualquier elemento de la cadena de valor. Una estrategia de innovación que no tenga en cuenta todos esos aspectos resultará incompleta y será mucho menos eficaz que si los aborda en conjunto.

 El orden de los factores no es casual, el cambio lo hacen las personas. El objetivo prioritario debería ser el cambio de mentalidad del equipo (o de un porcentaje significativo de los miembros del mismo). Es lo más importante y también lo más difícil y lo que se suele obviar o dejar para el final. Craso error. La cultura de una organización son los cimientos, la parte del iceberg que no se ve pero que determina su identidad. Sin trabajar esta parte es imposible generar un cambio profundo y duradero.

Prácticamente todas las páginas de los despachos de abogados afirman que están orientados al cliente. Es fácil de decir pero extremadamente difícil de hacer bien porque requiere construir tu propuesta de valor desde las necesidades del cliente y no desde tus capacidades, procesos o herramientas.

La comunicación es un elemento clave si queremos generar diferenciación. O eres diferente o eres barato. Es así de simple. Muchas personas opinan que los abogados somos aburridos cuando damos charlas o no entienden el contenido de los informes o las recomendaciones que les hacemos. Estamos acostumbrados a escribir largos textos. Los nuevos formatos audiovisuales nos resultan incómodos y un alto porcentaje de juristas está desaprovechando el enorme potencial de las redes sociales. 

El ofrecimiento de nuevos servicios es uno de los campos más obvios en los que podemos innovar. En algunos casos supondrá dar asesoramiento en nuevas áreas del derecho como podrían ser los criptoactivos. En los casos de firmas más grandes implicará explorar terrenos no exclusivamente legales como puede ser la ciberseguridad o el lobby.

En el mundo jurídico, competir se conjuga más que colaborar. Está tendencia está cambiando y llevar a cabo iniciativas de innovación abierta y colaboración con el ecosistema va a dejar de ser una excepción. Es una de las mejores fórmulas para conseguir la flexibilidad que nos demanda el mundo actual. El derecho ha dejado de ser un dominio exclusivo de licenciados en derecho y los abogados cada vez necesitamos perfiles más diversos para ofrecer la excelencia en los servicios que nos demandan los clientes.

Los procesos no se pueden quedar fuera de la ecuación. Es esencial reconocer y solucionar los “pain points”. Las metodologías ágiles y el Legal Project Management están tomando un mayor protagonismo y contribuyen a mejorar la eficiencia de los servicios legales.

He dejado la tecnología para el final porque creo que no se debería abordar hasta tener clara la estrategia en los anteriores apartados para evitar lo que veo con demasiada frecuencia: herramientas sofisticadas que los despachos o departamentos legales han implementado y cuyo uso es residual por falta de conocimiento, de usabilidad o, incluso, de necesidad. Ningún viento es favorable para quien no sabe donde va.

Estoy convencido que tener una estrategia holística como la expuesta ayuda a entender mejor cómo y dónde se puede desarrollar la innovación en el despacho o departamento legal. En los próximos artículos desarrollaré cada uno de los apartados mencionados, incluyendo ejemplos y consejos prácticos.